Ya conoces la historia. El mar tranquilo y seguro. La calma daba a los discípulos una sensación de seguridad mientras navegaban sobre el mar de Galilea. No sentían ningún temor. La serenidad de la superficie de las aguas les transmitía sentimientos de completa paz. No sentían ninguna preocupación.
Pero de repente todo cambio dramáticamente. La frágil embarcación se vio agitada por una de las típicas y repentinas tormentas del mar de Galilea. Los fuentes vientos levantaron grandes olas que pusieron inmediatamente en peligro la embarcación. La paz y la seguridad desaparecieron. El terror se apodero de los doce discípulos. Los gritos de temor se mezclaron con los gritos de frenética actividad para tratar de salvar la barca y sus vidas. Lucharon como siempre lo habían hecho, para salvarse. En su lucha y desesperación para salvarse a si mismos, olvidaban que Jesús iba con ellos en la barca.
Pero Jesús dormía tranquilamente. ¿Has pensado alguna vez en esta circunstancia? ¿Dormir en medio del fragor de los truenos, los relámpagos, las olas y los gritos de aquellos doce hombres! ¡Y de la espuma producida por el agua que azotaba a la embarcación y que sin duda lo molaba a él! Pues si, a pesar de todo eso, Jesús dormía.
Solamente la fe es capaz de dormir sin temor ni preocupaciones. La fe se aferra a la seguridad de Dios. La fe le toma la palabra de Dios. La fe mira más allá de las circunstancias. La fe ve una salida más allá del oscuro túnel del dolor y la prueba. Los discípulos estaban aterrorizados mientras Jesús dormía. Solamente la fe es capaz de vencer el temor. La fe de Daniel venció el temor de los leones. La fe de José venció el temor al pozo de la desesperación, a la presión y a la muerte, que eran la suerte de un esclavo. La fe de David venció el temor del gigante Goliat. La fe de la viuda de Sarepta venció el temor del hambre y a la muerte.
El cristiano de fe no depende de las circunstancias. Cree cuando el mar esta sereno y las condiciones son favorables; y cree cuando sopla airada la tempestad. El cristiano dice: En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado (Salmos 4:8). En el caso de nuestro Señor, ese pasaje podría parafrasearse así: Aunque sople airada la tempestad y retumben los truenos y me moje del agua, en paz me acostaré y asimismo dormiré. Digamos nosotros lo mismo hoy, no importa la tempestad que nos amenace.
Pero de repente todo cambio dramáticamente. La frágil embarcación se vio agitada por una de las típicas y repentinas tormentas del mar de Galilea. Los fuentes vientos levantaron grandes olas que pusieron inmediatamente en peligro la embarcación. La paz y la seguridad desaparecieron. El terror se apodero de los doce discípulos. Los gritos de temor se mezclaron con los gritos de frenética actividad para tratar de salvar la barca y sus vidas. Lucharon como siempre lo habían hecho, para salvarse. En su lucha y desesperación para salvarse a si mismos, olvidaban que Jesús iba con ellos en la barca.
Pero Jesús dormía tranquilamente. ¿Has pensado alguna vez en esta circunstancia? ¿Dormir en medio del fragor de los truenos, los relámpagos, las olas y los gritos de aquellos doce hombres! ¡Y de la espuma producida por el agua que azotaba a la embarcación y que sin duda lo molaba a él! Pues si, a pesar de todo eso, Jesús dormía.
Solamente la fe es capaz de dormir sin temor ni preocupaciones. La fe se aferra a la seguridad de Dios. La fe le toma la palabra de Dios. La fe mira más allá de las circunstancias. La fe ve una salida más allá del oscuro túnel del dolor y la prueba. Los discípulos estaban aterrorizados mientras Jesús dormía. Solamente la fe es capaz de vencer el temor. La fe de Daniel venció el temor de los leones. La fe de José venció el temor al pozo de la desesperación, a la presión y a la muerte, que eran la suerte de un esclavo. La fe de David venció el temor del gigante Goliat. La fe de la viuda de Sarepta venció el temor del hambre y a la muerte.
El cristiano de fe no depende de las circunstancias. Cree cuando el mar esta sereno y las condiciones son favorables; y cree cuando sopla airada la tempestad. El cristiano dice: En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado (Salmos 4:8). En el caso de nuestro Señor, ese pasaje podría parafrasearse así: Aunque sople airada la tempestad y retumben los truenos y me moje del agua, en paz me acostaré y asimismo dormiré. Digamos nosotros lo mismo hoy, no importa la tempestad que nos amenace.
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