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Iglesia Adventista del Séptimo Día - Leona Vicario - Distrito de Chetumal 3

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19 de septiembre de 2009

LA DISCIPLINA DE LA LENGUA


Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Efesios 4:29.

Solemos hablar de la disciplina personal, de la de los hijos, de la eclesiástica…, pero hablamos muy poco de la disciplina de la lengua. ¡Cuanta necesidad tiene el mundo de una disciplina de la lengua! Santiago dijo que una lengua indisciplinada es un mundo de maldad. (Santiago 3:6). Nuestra lengua debe ser disciplinada para que no pronuncie palabras falsas, airadas, mentirosas, corrompidas, innecesarias, blasfemas y de juicio y condenación hacia los demás.

En cambio, la lengua también debe ser disciplinada para que pronuncie palabras que edifiquen a los demás y que den gracia a los oyentes, como dice nuestro versículo de hoy. Otra vez cabe consignar aquí las instrucciones que nuestro Señor dio en el Sermón del Monte, que, según todos los cristianos aceptemos, es la ley que es más de esto, de mal procede (Mateo 5:37).

La solemne amonestación de Jesús está en armonía con la literatura sapiencial del Antiguo Testamento. Proverbios 13:3 afirma: El que guarda su boca guarda su alma; mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad. Nuestro Señor dijo que todo lo que digamos después de decir Sí o No, ya tiene un mal origen. Y Salomón dice que quien abre mucho sus labios (para hablar, por supuesto) tendrá calamidad. Por eso, el rey sabio aconsejó: No dejes que tu boca de haga pecar. Eclesiastés 5,6.

No es posible ponderar en exceso la gravedad de hablar demasiado. La persona que habla demasiado se expone a muchos errores, de muchos de los cuales solo se enterará cuando ya sea demasiado tarde. El que habla mucho no se da cuenta de que va dejando una ola de heridas por el camino que transita, y tarde o temprano lo alcanzará la calamidad.

La persona que disciplina su lengua tiene grandes ventajas. Se liberará de muchos problemas ahora y en la eternidad. Uno de los peligros es dañar a las criaturas de Dios. Las palabras descuidadas podrían afectar y dañar a esas personas, que son el proyecto de Dios.

Decide hoy no hablar mal de otros, juzgarlos y condenarlos. Entonces en la comunidad cristiana fluirá el gozo. Muchas cosas buenas ocurrirán en su relación matrimonial, en la iglesia y en su lugar de trabajo si disciplinas tu lengua. Si así lo haces, todas tus palabras serán edificantes y llenaran de gracia y gozo el corazón de todos los que te escuchen.

MEDITACIONES MATINALES
Juan O. Perla

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