Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 1 Juan 1:9
Pero un día se encontró con la noticia de que su confesor había sido transferido a otra parroquia y el problema se presento de nuevo. No tenia a quien confesarle sus pecados. La crisis la llevo a la necesidad de confesar sus pecados en ingles, idioma que todavía no dominaba. Nuestra heroína pido a una amiga bilingüe que tuviera la bondad de ayudarla a traducir sus pecados para poder confesarse. Ella practico una y otra vez la frase. Perdóneme, padre; he pecado, saco su lista donde tenia sus pecados traducidos en ingles. Pero descubrió que el confesionario estaba muy oscuro y que no podía leer la lista. Intento una y otra vez leer la lista pero no pudo hacerlo, y al fin se dio por vencida. Salio del confesionario llorando. Un sacristán que la vio llorando la escucho decir en un susurro: No puedo ver mis pecados.
Aquella fue una declaración muy profunda. Y tú. ¿Puedes ver tus pecados? Es decir, ¿No puedes verlos porque los reconoces y los confiesas? ¿No puedo verlos porque Dios ya los ha echado a lo profundo del mar y ahora están tan lejos de ti como lo esta el *oriente del occidente*, como dice el salmista? ¿O no puedes verlos porque no los reconoces ni aceptas tu culpabilidad ante Dios?
Nuestro tema de hoy nos asegura que si confesamos, recibimos el perdón. Es una de las afirmaciones más claras de la Biblia: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.
¡Qué maravillosa seguridad! Deberíamos aceptar eso con todo nuestro corazón. Lamentablemente, muchas veces seguimos sintiéndonos culpables de los pecados que hace tiempo confesamos. Creemos que Dios nos perdona, pero nosotros no nos perdonamos a nosotros mismos. Es como si creyésemos que es nuestra obligación sufrir, pagar algo, hacer expiación. A veces confundimos los problemas que vienen como resultado del pecado con algún tipo de castigo por el pecado, y, si sufrimos ese “castigo”. Nos sentimos “perdonados”.
Dejemos toda duda y aceptemos hoy el perdón divino.
MEDITACIONES MATINALES
Juan O. Perla
Juan O. Perla
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