Aunque incumben a los padres responsabilidades pesadas con respecto a velar cuidadosamente por la felicidad y los intereses futuros de sus hijos, también les incumbe el deber de hacer el hogar tan atractivo como sea posible. Esto tiene consecuencias mucho mayores que la adquisición de bienes y de dinero. El hogar no debe de carecer de alegría. El sentimiento familiar debe conservarse vivo en el corazón de los hijos, para que puedan recordar el hogar de su infancia como lugar de paz y felicidad muy próximo al cielo. En tal caso, cuando lleguen a la madurez procurarán a su vez un consuelo y una bendición para sus padres.
El hogar debe ser para los niños el sitio más agradable del mundo, y la presencia de los padres en él debe ser su mayor atractivo. Los niños son por naturaleza sensibles y amantes. Es fácil contentarlos o hacerlos infelices. Por medio de suave disciplina, palabras y actos cariñosos, los padres pueden conquistar el corazón de sus hijos.
(Hogar Cristiano pag 17)
Keila Olivera Góngora (Dir. Vida Familiar)
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