Es común escuchar a ciertas personas que va por la calle y observan una situación desagradable entre padres e hijos, y dicen: “que mal educados, que falta de cariño, no hay respeto”.
Sin embargo hay algo que no pasa por nuestra mente cuando juzgamos estos comportamientos. El mundo, el continente, el país, la ciudad, el pueblo, la comunidad, la casa y cada individuo, surge de la influencia que ha tenido de quienes los han rodeado desde que nacen. No nos extrañe que en algún momento las mismas situaciones que hemos juzgados se presenten en el núcleo de nuestro propio hogar.
Los grandes líderes se han caracterizado por la huella que han dejado en sus seguidores, por los grandes movimientos que han organizado en conjunto y que han venido a marcar a nuestra sociedad, pero la pregunta ahora es ¿qué comportamiento estas aplicando tú? ¿De quien has aprendido lo que haces?. Es común observar en las familias conflictos constantes, rabietas incontrolables, palabras hirientes, desobediencia a reglas establecidas y demás situaciones desagradables, sin embargo existe poco interés en la razón de ser de dichos comportamientos, los motivos que ocasionan tan desesperantes momentos y esto no es casualidad u olvido de parte de los jefes o responsables de familia, es el inmenso temor de darse cuenta de que el comportamiento de los hijos no son mas que las consecuencias de lo que se les ha enseñado ellos mismos desde que llegaron al hogar.
Un claro ejemplo que es motivo de quejas y reproches de parte de los jefes de familia, es la desobediencia constante de los adolescentes y niños. Existen padres que educan a sus hijos con un método que si bien da excelentes resultados en el momento, a largo plazo resultan ser contraproducente, el método de recompensas. En más de una ocasión me ha tocado observar a padres que marcan deberes que los hijos y demás miembros de la familia deben de cumplir y a cambio recibirán una recompensa material o económica; por obvias razones los hijos cumplen con el más desesperado interés las tareas que les son encomendadas y saben que al finalizarlas “bien o mal” recibirán un delicioso o abundante premio; sin embargo cuando los niños van creciendo las recompensas dejan de satisfacerlos y comienzan a exigir más de lo que a veces los padres pueden alcanzar. Eso no es todo, en las actividades que los ahora adolescentes, jóvenes e incluso adultos realizan fuera del hogar comienzan a reflejar el modelo que les fue enseñado en casa “cumplo si tu me das algo a cambio” pero eso aun no es todo ellos están plenamente convencidos de que la vida funciona así y comienzan a hacer de ese pensamiento un principio que aplican todos los días y que además comparten con los que los rodean, creando un radio de influencia mayor a lo que los padres pudieron imaginarse en algún momento.
Sin embargo hay algo que no pasa por nuestra mente cuando juzgamos estos comportamientos. El mundo, el continente, el país, la ciudad, el pueblo, la comunidad, la casa y cada individuo, surge de la influencia que ha tenido de quienes los han rodeado desde que nacen. No nos extrañe que en algún momento las mismas situaciones que hemos juzgados se presenten en el núcleo de nuestro propio hogar.
Los grandes líderes se han caracterizado por la huella que han dejado en sus seguidores, por los grandes movimientos que han organizado en conjunto y que han venido a marcar a nuestra sociedad, pero la pregunta ahora es ¿qué comportamiento estas aplicando tú? ¿De quien has aprendido lo que haces?. Es común observar en las familias conflictos constantes, rabietas incontrolables, palabras hirientes, desobediencia a reglas establecidas y demás situaciones desagradables, sin embargo existe poco interés en la razón de ser de dichos comportamientos, los motivos que ocasionan tan desesperantes momentos y esto no es casualidad u olvido de parte de los jefes o responsables de familia, es el inmenso temor de darse cuenta de que el comportamiento de los hijos no son mas que las consecuencias de lo que se les ha enseñado ellos mismos desde que llegaron al hogar.
Un claro ejemplo que es motivo de quejas y reproches de parte de los jefes de familia, es la desobediencia constante de los adolescentes y niños. Existen padres que educan a sus hijos con un método que si bien da excelentes resultados en el momento, a largo plazo resultan ser contraproducente, el método de recompensas. En más de una ocasión me ha tocado observar a padres que marcan deberes que los hijos y demás miembros de la familia deben de cumplir y a cambio recibirán una recompensa material o económica; por obvias razones los hijos cumplen con el más desesperado interés las tareas que les son encomendadas y saben que al finalizarlas “bien o mal” recibirán un delicioso o abundante premio; sin embargo cuando los niños van creciendo las recompensas dejan de satisfacerlos y comienzan a exigir más de lo que a veces los padres pueden alcanzar. Eso no es todo, en las actividades que los ahora adolescentes, jóvenes e incluso adultos realizan fuera del hogar comienzan a reflejar el modelo que les fue enseñado en casa “cumplo si tu me das algo a cambio” pero eso aun no es todo ellos están plenamente convencidos de que la vida funciona así y comienzan a hacer de ese pensamiento un principio que aplican todos los días y que además comparten con los que los rodean, creando un radio de influencia mayor a lo que los padres pudieron imaginarse en algún momento.
Es necesario que los hijos aprendan a asumir responsabilidades no solo para recibir algún premio sino para saber que es la forma en que podremos convivir con armonía dentro y fuera del hogar, esto no significa que no se les reconocerá por el contrario la estimulación que los hijos deben de recibir debe ser cariño, agradecimiento por su ayuda y la satisfacción que da el ser útiles y ayudadores.
Pero todos estos conceptos los niños no pueden entenderlos por si solos, es en donde entran la influencias, ejemplo y consejo de los padres. Genéticamente cada ser humano nace con rasgos de carácter que se encausarán positiva o negativamente en la sociedad, según sea la enseñanza y el ejemplo que han recibido de sus padres. Ahora bien hay un aspecto muy importante, el hecho de haber crecido con influencias y ejemplos incorrectos en el hogar pueden guiar a los jóvenes y adultos a cometer errores que marcarán su vida, sin embargo también existe la maravillosa posibilidad de que además de esas influencias negativas, ellos hayan observado en algún momento de la vida a otras personas actuar de forma contraria a lo que han aprendido y eso puede hacerle ver que las cosas funcionan mejor de otra manera. El Señor es tan bondadoso que se encarga de colocar a las personas indicadas en los momentos oportunos para guiar nuestra vida hacia los caminos de éxito.
Es por eso que mi consejo es que tengamos gran cuidado en lo que se les enseña a los niños, a los adolescentes y jóvenes, porque así como es cierto que cada uno toma las decisiones de su propia vida, también es cierto que esas decisiones se basan en principios, enseñanzas, influencias recibidas de quienes han estado cerca y que queramos o no, tomarán parte en la vida de cada uno de ellos.
Keila Olivera